Diferencias entre perros y gatos

Diferencias entre perros y gatos

Muchos propietarios de gatos, desconocen algunos aspectos felinos básicos y en demasiadas ocasiones, se asume por defecto de forma errónea que el gato se asemeja al perro en aquello que desconocemos, por ser este último un animal quizás mejor conocido y asentado en nuestra tradición y sociedad. Este último aspecto es algo que, por otro lado, está cambiando poco a poco en favor del gato.

La gente olvida que los gatos no son perros pequeños Ellos tienen diferencias, que van desde su carácter hasta su higiene. El modo en que los revisamos, su medicación, que es especial en cada uno de ellos. Hasta el modo de operar no es el mismo. No se les puede dar las mismas dosis y en algunos casos los mismos medicamentos.

Empezaremos por el principio, es decir, el origen de un animal y de otro. Está demostrado que el perro desciende del lobo y es un animal doméstico desde hace miles de años. El gato por el contrario desciende del gato salvaje africano y su periodo de domesticación es bastante más reciente, lo cual hace que en ocasiones el gato se comporte de una manera algo más «salvaje» ante una situación estresante para él y pueda llegar a sacar la «fiera» que lleva dentro.

¿Y en que se parecen el lobo y el gato salvaje africano?
Pues en bastante poco. El lobo (y por evolución el perro) es un animal sociable que forma manadas y entiende de jerarquías mientras que el gato salvaje africano (y por evolución nuestro gato) es un animal no social, es decir que no forma manadas y por tanto no entiende de jerarquías, aunque eso no quiere decir que no sea sociable, es decir que no pueda interactuar con otros individuos, como de hecho ocurre en el caso de nuestro gato, que a menudo puede convivir sin problemas con otros gatos e incluso perros.

Por este motivo el gato es un animal individual, un cazador solitario que solo se relaciona en la naturaleza con otros congéneres suyos durante la época de celo.

Esta primera diferencia básica explica muchas de las preguntas que se suelen hacer los propietarios de gatos en cuanto a temas de comportamiento e incluso otros aspectos diversos como su nutrición, su salud, etc.

Todos los felinos salvo el león (tigre, leopardo, guepardo, lince, etc.) son animales solitarios y nuestro gato es muy similar en ese aspecto, es un cazador solitario con mucho apego a su territorio donde «caza» (aunque solo sean moscas en el caso de muchos gatos de piso) y que conoce por tanto hasta el último centímetro.

En el caso de nuestro gato doméstico, su territorio seria nuestra casa, o mejor dicho SU casa. Esa es otra diferencia, es su territorio y nosotros no somos sus dueños o líderes de la manada ya que el no cree en jerarquías, para él nosotros seríamos como meros «compañeros de piso».

Esto implica que todo lo que sean castigos físicos (nunca recomendamos esto) o subidos de tono cuando el gato hace algo mal o que no nos agrada (como por ejemplo arañar el sofá o hacer sus necesidades fuera de su bandeja) serán totalmente contraproducentes ya que el gato entenderá nuestra actitud como una agresión y su actitud será la de huir -o agredirnos en caso de que se vea acorralado- y estresarse, algo muy fácil en el gato.

¿Qué más implica que el gato sea un cazador con un gran apego a su territorio?
Pues que cualquier cambio que ocurra en el mismo por pequeño que nos pueda parecer (cambio de muebles, un miembro más en la familia, una mudanza, obras en casa, etc.) le puede suponer un «trauma» importante, es en ese sentido, un animal muy «conservador» al cual le gustan muy poco los cambios del tipo que sean.

Al ser un animal no sociable, carece de un lenguaje corporal tan variado como el del perro y necesita por tanto valerse de marcas para comunicarse con sus congéneres.

Básicamente una señal olfativa le informa a otro gato de su sexo, edad, receptividad sexual, enfermedades, etc. sin necesidad de verse, es como una tarjeta de visita que el gato deja en la puerta de su casa y le informa a cualquier posible visitante de que ese territorio ya tiene dueño y las características del mismo.

Cuando dos perros que no pertenecen a la misma red social se encuentran es raro que surja un enfrentamiento entre ambos, ya que tienen todo un lenguaje corporal para que los roles de dominancia y sumisión entren en juego evitando así la confrontación física.

En el caso del gato, como no es un animal social y su lenguaje corporal es mucho más limitado, necesita de esas marcas olfativas y visuales para poder evitar encontrarse con otro congénere y de este modo también evitar la confrontación física en forma de pelea o agresión.

Si bien gatos y perros utilizan varias posturas actitudes corporales y a través de sonido para expresarse, la cola es algo que en ambos se relaciona con un estado de alegría y tranquilidad. Como sabemos, el perro la mueve la cola cuando está contento y el gato la mantiene erguida cuando se siente tranquilo.

El mover la cola de un lado para otro, por ejemplo, a diferencia del perro que como bien es sabido significa que el animal esta alegre, en el caso del gato es signo de excitación o inquietud, ya sea por un motivo que le incomoda o algo que le atrae o le agrada.

Por otro lado, y probablemente relacionado con su dieta carnívora estricta, el metabolismo del gato difiere en muchos aspectos del metabolismo del perro, haciéndole más sensible a multitud de sustancias, fármacos y alimentos que pueden tener graves consecuencias para la salud del gato, peligrando incluso la vida del mismo.

Algunos ejemplos de estas sustancias podrían ser el ácido acetilsalicilico (aspirina), el paracetamol (gelocatil), la cebolla y multitud de plantas ornamentales, por lo que como es lógico no debemos automedicar a nuestros gatos y debemos llevar mucho cuidado con las plantas que tengamos en casa, evitando que nuestro gato las ingiera y facilitándole para ello una hierba especial gatera, disponible en los comercios especializados.

Los perros pueden aguantar más tiempo sin comer que los gatos. Son capaces de utilizar su propia grasa corporal para producir energía de manera más eficiente que los gatos. Los gatos tienen garras retráctiles. Esto les permite mantenerlas afiladas, mientras que los perros están constantemente desgastándolas por eso es necesario que salgan a caminar.

Además, el gato al ser un carnívoro estricto no puede sintetizar por sí mismo algunos elementos esenciales para él como por ejemplo la taurina -un aminoácido- y han de ser aportados en su dieta ya que por ejemplo en el caso de este aminoácido es imprescindible para el buen funcionamiento de la vista y el corazón.

¿Pueden entonces comer lo mismo un perro y un gato?
Por supuesto que no, ya que el primero es más bien un omnívoro y el segundo un carnívoro estricto. Pero la diferencia no es solo que cada uno necesite una dieta específica para cada especie, sino que también son diferentes en la forma que tienen ambos de alimentarse.

Mientras que el perro debido a su evolución a partir del lobo tiene tendencia a comer todo lo que puede y llenarse el estómago al máximo si tiene la ocasión, ya que su ancestro se alimentaba de presas grandes y podía estar varios días sin lograr cazar, el gato por el contrario, que por su evolución se alimentaba de gran cantidad de pequeñas presas (ratones principalmente), suele necesitar multitud de pequeñas comidas a lo largo del día y por este motivo, él suele regularse la comida a lo largo del día mucho mejor que en el caso del perro.

En relación a todo esto, se deduce también que el perro es por tanto un animal de digestión lenta, mientras que nuestros gatos son animales de digestión rápida por eso si bien un perro puede estar varios días sin alimentarse, un gato que por ejemplo se encuentre mal o enfermo, no puede pasar más de 24 a 48 horas sin comer, ya que corre el riesgo de padecer con relativa facilidad un daño hepático (denominado lipidosis hepática) secundario a esa anorexia a la que no está evolutivamente adaptado.

Esto último sumado a que el gato es un animal que no muestra apenas su malestar (enfermedad) hace que sea muy importante acudir al veterinario tan pronto detectemos una anomalía en el comportamiento de nuestro gato.

¿Y porque nuestro gato no exterioriza su malestar?
Pues la respuesta es casi la misma que siempre, por su origen de cazador solitario no social. El perro gracias a su jerarquía social tiene diversos congéneres que en el caso de que enferme van a cazar por él y van a poder defenderle de un intruso, pero en el caso del gato ¿Quién va a defender a un animal solitario?, ¿Quién va a cazar por él?

Entonces, ¿para qué mostrar signos de debilidad si lo único que conseguiría con ello sería atraer a posibles depredadores que verían en él a un animal débil que puede convertirse en presa fácil?

Por este motivo, un gato no muestra signos de enfermedad como podrían ser dejar de comer, estar menos activo, esconderse, etc. hasta que es inevitable y la enfermedad está más avanzada que en el caso del perro. Por este motivo, la medicina preventiva (chequeos anuales, por ejemplo) se convierte es una importante ayuda en el gato.

Otra clara diferencia, más conocida, aunque a veces quizás algo olvidada, es que el gato a diferencia del perro es un animal nocturno. Deambula, come, juega al anochecer y a primera hora de la mañana, aunque se suelen adaptar a nuestros ritmos de vida.

Nuestros gatos dedican muchas horas del día a dormir, aunque suelen hacer multitud de pequeñas «siestas», en lugar de dormir muchas horas profundamente de un tirón, como lo haría un perro.

En definitiva, el gato es un animal diferente al perro en muchos sentidos. Al igual que el perro es un excelente animal de compañía y en este sentido, tiene incluso algunas ventajas frente al mismo al ser un animal más independiente, que quizás se adapte en ocasiones mejor a nuestro modo y ritmo de vida.

Si eres una persona activa tu mejor opción es un perro al ser animales que tienen mucha energía y con los que puedes salir a pasear y jugar. En cambio, si eres una persona tranquila y te gusta disfrutar del sosiego y la calma tu opción son los gatos al ser los felinos animales serenos y poco activos.

Independientemente del compañero de aventuras que tengas podremos disfrutar igualmente, por tanto, de todos los beneficios de compartir nuestra vida con una mascota y si nos metemos en la mente de nuestro gato no viéndolo como un perro en pequeño y tratando de ponernos en su piel, lograremos que el disfrute sea mayor y mutuo.

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