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Las hernias discales se comportan como un vaso de agua.

Hoy fueron las escaleras.

Hoy fue ese salto.

Hoy fue ese intento por meterse debajo de la cama.

Hoy fue la bajada del carro.

Pero la verdad… no fue hoy.


Las hernias discales se comportan como un vaso de agua.

Una gota no hace nada.

Pero gota a gota, se va llenando…

Y un día, cualquier movimiento cotidiano rebalsa el vaso.

Y aparecen los signos: parálisis, dolor, miedo, desesperación.

Y, muchas veces, culpa.


He visto perros entrar caminando a la clínica para un baño… y salir sin poder mover sus patas.

He visto tutores llorar, preguntando qué pasó.

He visto trabajadores ser señalados.

Niños sentirse culpables.

Personas perder su trabajo por estar “en el momento equivocado”.


Y no. No fue esa cargada.

No fue ese baño.

No fue ese salto.

Fue todo lo que se venía acumulando en silencio.


Los perros no caminan como nosotros.

Su columna va horizontal.

Cada subida a la cama, cada bajada de escalera, cada golpe al esconderse bajo un mueble…

Es una gota más.


Y si hablamos de razas como los Dachshund, Basset o Beagle, el riesgo es aún mayor.

Cuerpo largo. Patas cortas. Puntos de apoyo limitados.

Su estructura no está hecha para subir ni bajar escalones.

Y si no adaptamos el entorno, los lastimamos sin darnos cuenta.


Después de más de 20 años viendo casos neurológicos,

más de 1000 sillas de ruedas construidas

y cientos de cirugías de hernias discales realizadas,

te puedo decir con el corazón en la mano:


No fue hoy.

Fue todo lo que dejamos pasar.


Y hoy, más que nunca,

podemos prevenir.



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