Escrito por Stefany Torres
En nuestro país, la práctica de compra y venta se remonta desde tiempo atrás. Si bien es común presenciarla en zonas concurridas como el centro de Lima, en los últimos años se ha expandido hacia otros lugares del país, adaptándose y buscando nuevas formas de persistir. En mercados y calles, se ha consolidado el comercio clandestino de especies domésticas y exóticas, que son expuestas a condiciones insalubres y deplorables, sin una regulación adecuada por parte de la autoridades. Lo que para algunos es un medio de sustento, para otros es una realidad alarmante.
Es frecuente encontrar perros, gatos, conejos e incluso animales silvestres a la venta, sin ningún tipo de control sanitario. Estos animales suelen estar en jaulas improvisadas, exhibidos como mercancía. Pero, ¿cómo llegamos a este punto?, la respuesta no es sencilla y tiene implicaciones sociales y económicas que trascienden la venta misma. En estos mercados improvisados, la historia de cada animal es una repetición de la misma trama: camadas separadas de sus madres, animales que nunca conocerán el calor de una familia que los cuide, ni siquiera un refugio temporal donde se priorice su bienestar. En este negocio, no hay lugar para los conceptos de "cuidado" o "protección"; solo hay espacio para la transacción.
Cada venta es un eslabón de una cadena de abuso y explotación, de la que muchos, incluidas las autoridades son conscientes. En nuestro país, la Ley 30407, también conocida como la Ley de Protección y Bienestar Animal, regula el trato ético hacia los animales, sancionando actos de crueldad y abandono. La normativa en Perú penaliza este delito con 3 a 4 años de cárcel. Sin embargo, las sanciones son insuficientes si no van acompañadas de un compromiso de control y de un sistema judicial que adopte medidas oportunas y eficaces.
Esto permite que los animales estén expuestos a duras condiciones durante todo el día, a la vista y paciencia de los transeúntes, sin consecuencias legales reales. Por otro lado, muchas veces la venta suele estar controlada por redes delictivas organizadas, que encuentran una fuente estable de ingresos en el comercio de animales. Las personas que compran, muchas veces por desconocimiento o por ahorrar dinero, no siempre son conscientes de que están participando de esta actividad ilegal y reforzando una red de tráfico que solo se sostiene porque existen clientes.
Ante esta realidad, es importante no solo fortalecer las leyes, sino también cambiar la forma en que pensamos y apreciamos a los animales. El año pasado, el programa social de la Municipalidad de Miraflores logró que 14 mascotas encontrarán un nuevo hogar, gracias al trabajo conjunto de organizaciones y grupos de voluntarios comprometidos con el bienestar animal. Por lo cual, es un claro ejemplo de que, a través de iniciativas como estas, se demuestra que la adopción responsable no solo ayuda a romper este ciclo destructivo y reduce la demanda en el mercado negro, sino que también permite dar un paso hacia un futuro donde cada animal tenga la oportunidad de vivir con dignidad y amor.
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