
Escrito por Jair Ugarte
El panorama previo por estas fechas es ya conocido: regalos, fiesta, comercio, ajetreo, loquerío. Esa atmósfera a vísperas de las fiestas de fin de año es más común de lo que se piensa. Sin embargo, en un país como el Perú, donde lamentablemente hemos aprendido a vivir con las desgracias, una de carácter medioambiental vuelve a golpear duramente nuestro ecosistema.
El 21 de diciembre, a días de que acabe el 2024, un grupo de pescadores alertó sobre un nuevo derrame de petróleo en las playas de nuestro litoral. Esta nueva tragedia ambiental se reportó en la playa Las Capullanas, ubicada en el distrito de Lobitos, en Piura. Como consecuencia, este nuevo siniestro ha dejado la muerte de animales marinos como delfines, cangrejos, pulpos, entre
otros.

Este nuevo desastre ambiental tiene como responsable a la empresa Petroperú, la cual venía ejecutando labores en la refinería de Talara. No obstante, el gerente general de dicha empresa, Óscar Vera, ha minimizado el hecho, señalando que no se trata de un derrame sino de una “fuga”. Además, intentó menospreciar lo sucedido aduciendo que la playa ya está totalmente “limpia” y las aguas están “cristalinas”.
Según el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), la extensión del crudo ya llega a cuatro playas: Las Capullanas, Lanchón, Palizada y La Bola, y lleva afectados aproximadamente 10.000 metros cúbicos del mar de Lobitos. Asimismo, diversos pobladores y pescadores artesanales han compartido imágenes desgarradoras que muestran animales marinos muertos, cubiertos enteramente de petróleo.
Esta dolorosa situación nos lleva a reflexionar sobre el daño terrible e irreparable que el oro negro causa en la fauna marina. De acuerdo con el biólogo marino Yuri Hooker, director del laboratorio de biología de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, los primeros afectados son las aves marinas y mamíferos acuáticos (como lobos marinos o nutrias), los peces de superficie (como pejerreyes, lisas) y el plancton. Mientras que entre los efectos más inmediatos están la irritación de las mucosas, la pérdida de su capacidad para regular su temperatura corporal (estos usan sus plumas o pelaje para protegerse del frío o calor), problemas respiratorios y gastrointestinales, y finalmente la muerte.
Pero este clima sombrío y desalentador que nuevamente se instala en nuestras mentes no es nuevo ni ajeno a nuestra realidad. Debemos recordar que el último gran desastre ocasionado por petróleo se dio en enero del 2022, cuando la empresa española Repsol cometió un ecocidio al derramar casi 12.000 barriles de petróleo al mar de Ventanilla. Debido a este episodio, más de 2.000 especies marinas se vieron afectadas, y aproximadamente 1.800 fallecieron por los efectos adversos del crudo.
El Informe III titulado La sombra de los hidrocarburos, elaborado por Oxfam, da cuenta de 1.462 emergencias ambientales en el Perú, entre 1997 y mayo del 2023; de las cuales, 1.460 fueron derrames o fugas, y 2 fueron incendios. Ante esta grave situación, es imperativo que las autoridades adopten medidas inmediatas, no solo correctivas y sancionadoras, sino de prevención y abastecimiento presupuestal.
Un ejemplo representativo es el caso de los centros de rescate animal. De acuerdo con la Plataforma del Estado Peruano, en nuestro país existen solo 68 centros dedicados al mantenimiento y rehabilitación de animales silvestres rescatados, y la mayoría se ubica en la selva. Además, muchos de estos se financian con donaciones o con dinero proveniente del turismo, un caso que simboliza claramente la inacción y limitado interés del Gobierno actual.
La última encuesta de Datum Internacional solo le da un penoso 3 % de aprobación a la azarosa Dina Boluarte. Algunas de las razones que se le achaca para este elocuente porcentaje son el pésimo manejo de la economía, sus constantes escándalos políticos como el Rolexgate, Qali Warma o las muertes en las protestas, y por supuesto, su confrontacional y patético estilo para comunicarse. Sin embargo, esas solo son las “perlas” que más rutilan. Si
realmente se evaluara a profundidad su nefasta gestión, quedaría al descubierto que poco o nada se ha hecho para mitigar los embates ecológicos causados por la mano del hombre, donde la flora y fauna han sido las más perjudicadas. Tal parece que el derrame de petróleo en Lobitos es una raya más al tigre. Mientras que el Gobierno, inerte, luce impávido ante las terribles consecuencias que se ven ahora, pero que también se verán en el futuro.
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